La competitividad es una de las más grandes características del mercado actual, y hace necesario dar una buena imagen, por ser una herramienta imprescindible a la hora de comunicarnos. Ésto, que se da en el ámbito personal, también se transluce en la laboral/profesional.
Es sabido que tenemos solo una oportunidad para dar una buena impresión. La opinión de los clientes, y la gente con la que trabajamos respecto a la empresa repercute en la opinión que estos también hagan acerca de su personal; la cual no está relacionada sólo a actitudes y comportamientos, sino también en el aspecto físico. Esto también sucede puertas adentro, por ejemplo por opiniones que los representantes de la empresa tienen sobre sus colegas o empleados.
Es así como mostramos que la imagen que brindamos es un valor agregado a la imagen que ofrecemos.
Cualquiera sea nuestro rol dentro de la pirámide jerárquica de una empresa, el secreto está en dar una imagen adecuada para el mismo. Ser natural, coherente y tener sentido común son valores imprescindibles que potenciamos para hacer que nuestro aspecto sea un instrumento que juegue a nuestro favor.
Las cualidades que permitan entreveer nuestro aspecto, también afecta a la imagen global de nuestra persona, lo cual se relaciona también al comportamiento, actitudes y desempeño general.
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