Las modas se producen, las empresas no escapan a ellas. Una que se instaló hace un tiempo en muchas, especialmente en las tecnológicas, es la de convertir al trabajo en algo divertido para que los empleados «rindan más».
Esa era la teoría que André Spicer en su libro The Wellness Syndrome:”Cuanto más a gusto se sintieran, más productivos serían”.
La contrapartida de esta posición fue una investigación realizada en la London School of Economics, cuyos resultados revelan que, cualquiera sea la artimaña usada para divertir, el trabajo apesta. Según el estudio, el trabajo es el lugar donde peor nos sentimos. Y concluye: “Pretender ser feliz en el trabajo que uno hace es lógico y deseable pero que te obliguen a ser feliz es preocupante”.
La reflexión sobre este tema nos lleva a la postura “ni tan tan”. Es razonable que en las empresas se cree un ambiente de trabajo cordial, que también convive con el básico concepto del coaching de “salir de la zona de confort” para llegar a lo mejor de uno. Nos hacen transitar una zona intermedia para la tarea diaria del trabajo.
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