El éxito en los negocios suele atribuirse a la estrategia, al momento oportuno o a la red de contactos correcta. Y si bien esos factores importan, no explican del todo cómo lograr crear y escalar empresas, sin importar el ámbito.
Lo que realmente marca la diferencia no es una táctica de crecimiento ni un secreto del mercado. Es algo mucho más difícil de medir (y aún más difícil de dominar): la capacidad de gestionar la propia mente y estado emocional, y hacer constantemente las preguntas adecuadas.
Puede sonar simple, pero no lo es.
La mayoría de los emprendedores pasa años perfeccionando sus presentaciones o mejorando su perfil de LinkedIn, pero descuida la única habilidad que determina si su proyecto sobrevivirá a una crisis, a un cambio de mercado o incluso a sus propios errores.
Por qué muchos emprendedores tropiezan al cambiar de industria
El título de “emprendedor serial” suele estar romantizado. Se lo asocia con una facilidad casi mágica para trasladar el éxito de un sector a otro, como si dirigir una marca de consumo preparara a alguien para triunfar en las finanzas. No es así.
En una transición, se pueden ver fundadores obsesionados con los manuales técnicos. Leen todo el vocabulario específico, buscan mentores, acumulan contactos y van de conferencia en conferencia. Puede haber un convencimiento de que el éxito depende de lo que saben, y no de cómo piensan.
La mayoría de ellos termina agotados, no por falta de información, sino por falta de estabilidad interior.
Los mercados no se detienen a evaluar tu carisma, tu cantidad de seguidores ni lo pulido de tu “pitch deck”. Solo importa cómo reaccionás cuando todo cambia de golpe. Si no podés controlar tus pensamientos, tus decisiones y tu base emocional, no liderás: simplemente reaccionás.
La verdadera ventaja: dominar la mente y formular mejores preguntas
El doble dominio, la autorregulación emocional y la capacidad de hacerse preguntas difíciles, se debe convertir en la base de todo lo que se construye.
Dominar la mente no significa meditar en la playa mientras el mercado se derrumba. Significa aprender a hacer una pausa antes de decidir, distinguir la señal del ruido y resistir la tentación de perseguir cada tendencia brillante.
La segunda parte, hacer mejores preguntas, es igual de crucial. Los emprendedores suelen preguntar “¿Qué viene después?”, pero rara vez “¿Por qué esto importa?” o “¿Cómo se verá esta decisión dentro de seis meses, cuando pase la euforia?”.
Las preguntas que se deben hacer son incómodas, de esas que pueden llevar a cancelar un lanzamiento o abandonar una alianza prometedora porque no encaja en el largo plazo.
No es talento, es entrenamiento
No importa ser naturalmente sereno. No importa nacer con una mente zen. Se debe desarrollar esta habilidad como cualquier otra: con práctica, reflexión y algunos fracasos dolorosos.
Con el tiempo, se puede construir un método para aplicar:
- Tomar una pausa antes de decidir. Diez segundos pueden eliminar la mitad del ruido.
- Formular tres preguntas difíciles antes de actuar:
“¿Por qué esto importa?”, “¿Y si me equivoco?” y “¿Qué estoy evitando por incomodidad?”. - Medir tus pulsaciones, no solo tus resultados. Si tu ritmo cardíaco se dispara cada vez que abrís tu bandeja de entrada o mirás el mercado, no estás liderando: estás reaccionando.
- Realizar reuniones post-mortem sin ego. Cada error trae una lección. Extraela rápido y evitá repetirla.
Nada de esto es complejo. El problema es que la mayoría no lo sostiene, porque parece lento, aburrido o incómodo. Es precisamente por eso que funciona.
Conclusión
Las industrias cambian. Las tecnologías irrumpen. Los mercados suben y bajan.
Pero hay algo que no cambia: la capacidad de dominar la mente, regular las emociones y hacerse las preguntas correctas.
Esa habilidad invisible puede llegar a ser el activo más valioso en la industria que sea, y puede ser también la base para acompañar a otros a construir su propio camino.
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