Me gustan las autoevaluaciones. En uno de mis últimos posts, le pedí a los lectores que realizaran una a modo de balance de mitad de año. Creo que llegar a la mitad del ciclo permite evaluar la propia performance y establecer metas para lo que resta del año. Mediante este tipo de autoevaluaciones los buenos líderes se convierten en extraordinarios y responsables.
Afortunadamente, muchos de los líderes con los que trabajo, se arremangaron y sometieron a un profundo análisis personal. Al evaluar su desempeño de los últimos seis meses, muchos se hicieron la misma pregunta: “¿Me quedo o me voy?”. Ellos sentían que habían llegado a un impasse, a un punto en el que no podían seguir liderando en forma tal que sus valores y visión estuvieran alineados.
Una líder me expresó su inquietud acerca de trabajar para una organización en la que se sentía estancada, porque miraba hacia el futuro y no veía posibilidades de crecimiento. Otro, dijo sentirse atrapado dentro de un grupo de zombies (colegas y empleados que no esbozaban compromiso alguno por la tarea sino que “cumplían” con lo que se les pedía). También hubo casos en los que algunos líderes se sentían inmersos dentro de una cultura tan tóxica que el empleo les estaba costando la salud.
En algún punto, los líderes verdaderamente responsables se encontrarán trabajando para organizaciones que no lo son.
Aunque cada uno de estos líderes me contactó para ayudarlos a enfrentar un desafío diferente, tenían algo en común: cada uno de ellos sentía que se estaban asentando en su rol, haciendo concesiones para poder liderar. Comenzaban a darse por vencidos y a buscar una escapatoria.
Esta es una etapa que todo líder enfrentará en su carrera. Sería fantástico que todos pudieran trabajar para organizaciones que mantuvieran las prácticas y principios del liderazgo responsable. Pero, lo cierto es que, en algún punto, los líderes verdaderamente responsables se encontrarán trabajando para organizaciones que no lo son.
Si lo mencionado describe tu situación, quizás sea momento de hacer un cambio. Sin embargo, no es una decisión para tomar a la ligera. Al igual que con tu desempeño en liderazgo general, la autoevaluación ayudará a determinar si es mejor permanecer y luchar, o irse para encontrar otra organización que se alinea mejor con tu visión de liderazgo.
Házte las siguientes preguntas y sé completamente honesto en las respuestas:
1) ¿Debo quedarme y luchar? Por más difícil que sea tu situación actual, debes reflexionar y analizar la posibilidad de quedarte: te lo debes a ti mismo y a tu empresa. ¿Puedes cambiar algo dentro de tu rol? ¿Has hablado honestamente con tu jefe? No existen los empleos perfectos, por lo que debes determinar si puedes reestructurar algunas cosas para mejorar tu situación.
2) ¿Cómo está mi salud? Si te encuentras en un ambiente muy tóxico, tu salud puede verse afectada. Habla con tu entorno más cercano y pregúntales sit e han notado más irritable, menos comunicativo. ¿Logras dormir bien por la noche? ¿Bebes o comes más de la cuenta? Si pones en riesgo tu salud, debes irte antes de que sea tarde.
3) ¿Qué perspectivas tengo fuera de mi organización? Ponte en contacto con gente que no pertenezca a tu empresa y pídeles su opinión acerca de tu situación. Cuando te sientes asfixiado, las nuevas perspectivas pueden darte ese aire que necesitas para continuar. Puede que, después de todo, tu situación no sea tan mala como crees o, mejor aún: puede que entiendas cómo mejorar las cosas sin tener que irte.
4) ¿Tengo un “Plan B”? Muchos líderes sufren ante la incertidumbre de irse o quedarse porque no elaboraron un plan alternativo. Dedica tiempo para analizar tus opciones y elaborar una estrategia o “Plan B” antes de tomar una decisión.
Después de abordar estas preguntas de frente, podrás decidir si es apropiado quedarse y luchar por una mejor experiencia de liderazgo, o si es simplemente, momento de dejar esto atrás y avanzar hacia adelante.
Sorprende que, hay quienes que, luego de una ardua autoevaluación que les indica que es mejor partir, dudan y les cuesta cortar el vínculo que los ata. Pese a estar sufriendo, languideciendo, asemejándose a los disconformes; no logran dar el salto.
Si has analizado tu situación, evaluado tu salud y bienestar personal, hablado con personas fuera de tu organización, elaborado un Plan B, encajas en esta categoría: es hora de partir. Pon una fecha y activa tu plan de salida. Objetivo: encontrar un ámbito en el cual el liderazgo se alinee con tus metas y valores.
Es una decisión difícil de tomar, pero los líderes verdaderamente responsables no huyen de los desafíos.
En el Gut Check de esta semana preguntamos: ¿Sabes si quedarte o partir?
Fuente: Vince Molinaro – Global Managing Director, Líder de Estrategias para Lee Hecht Harrison.
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