Evitando decir que el trabajo es un éxtasis, pero sí es cierto que el ambiente laboral bueno es necesario para que las acciones mancomunadas de los integrantes de la empresa den sus mejores resultados.
Se incluyen algunas acciones que se pueden adaptar en cada caso particular que contribuirán a las metas planteadas en la interrelación entre “Jefes y Empleados”.
Sobrecargar a los buenos empleados con demasiado trabajo
Nada estresa más a un buen empleado que una carga de trabajo desproporcionada. Es tan tentador mandar el trabajo más difícil a los mejores trabajadores que los jefes suelen caer en la trampa. Para los empleados, resulta desconcertante: se sienten como si se les estuviera castigando por hacer bien su trabajo. Además, también es contraproducente. Una investigación llevada a cabo por la Universidad de Stanford (Estados Unidos) demuestra que la productividad por hora desciende notablemente cuando se exceden las 50 horas laborales semanales y la productividad cae tanto al pasar las 55 horas semanas que prácticamente no se obtiene ningún beneficio de trabajar más.
No reconocer los aportes de los empleados ni recompensar el trabajo bien hecho
Es fácil subestimar el poder de una palmadita en la espalda, especialmente con los mejores trabajadores, que se sienten intrínsecamente motivados. A todo el mundo le gusta que le feliciten, sobre todo a aquellos que trabajan duro y dan todo de sí mismos. Es necesario que los jefes se comuniquen con sus subordinados, averigüen qué tipo de cosas les hacen sentir bien (en algunos casos, un aumento; en otros, el reconocimiento público) y los recompensen por el trabajo bien hecho.
Incumplimiento de las promesas
Comprometerse a algo con los empleados coloca a los jefes en la fina línea que separa la felicidad de los trabajadores de su marcha de la empresa. Cuando un jefe se compromete a algo, la opinión que tienen los trabajadores de él mejora, ya que le perciben como alguien honesto y digno de confianza (dos cualidades muy importantes en un buen jefe). Pero, si no lo cumple, el jefe se convierte en alguien insensible, falso e irrespetuoso. Después de todo, si el jefe no cumple con sus compromisos, ¿por qué deberían hacerlo los demás?
No tener en cuenta la creatividad
Los empleados mejor cualificados buscan mejorar todo lo que tocan. Si se les impide cambiar y mejorar las cosas solo por el mero hecho de que al jefe le incomoda la situación, acabarán odiando su trabajo. Enjaular su deseo innato de crear no solo limita a los empleados, sino que también limita al jefe.
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